viernes, 14 de noviembre de 2008

Algún día

–Guarda el celular, hijo, te lo van a robar.
– ¿Quién me lo va a robar, mamá?
–El negro ese.
–Pero si tiene uno mucho mejor que el mío, mirá.
–Te lo roban igual y lo venden, hijo, lo venden.
–Señora, estoy escuchando.
–Mamá, te está hablando el negro.
–No le dirijas la palabra, no lo mires.
–¿Cierto que no me vas a robar, negro?
–La verdad que ahora sí, te juro que te robaría el celular, la guita, las zapatillas y cagaría a trompadas a tu vieja.
–Ves, te dije, son violentos encima. No hables más con él, hijo. Son muy violentos.
­–¿ Por que decís esas cosas, mamá?
– Te juro que la cagaría violando…
– No te metas, negro, estoy hablando con mi mamá.
–Te violan, hijo, ves. Y después te matan y tiran tu cuerpo en un baldío.
– Señora, si no se calla la boca, se baja de mi colectivo. Personalmente me voy a encargar de meterle una patada en el culo.
– El chofer también es negro, hijo, ni lo mires. Habría que atarlos y cerrarles la boca y la bragueta con precintos. Y pegarles, pegarles mucho, hijo. Así habría menos violencia.
–Bajelá, chofer. Saque a la vieja mal cogida esta.
–Hacé como que no escuchas, hijo, no le hagas caso a esa mujer sucia y gorda que es negra también.
–¿Por eso no querías que viniéramos en colectivo al centro, mamá?
– Te prometo que es la última vez que te hago pasar por esta tortura. Mejor parate, nos bajamos en la próxima parada y nos tomamos un taxi.
–Pero papá me dijo que los taxistas son todos negros.
–También, hijo, también. Te juro que algún día…

viernes, 7 de noviembre de 2008

Consejos prácticos para poder seguir siendo un tonto

Sacarse la campera cuando se está manejado un auto tiene que ser una acción que responda a una decisión firme, un movimiento rápido y seguro. Por su puesto que no hablo de hacerlo mientras el auto esta en movimiento. Pero es que con el auto detenido y todo, por un semáforo en rojo digamos, también significa un movimiento riesgoso, de esos que no pueden hacerse con titubeos. El cinturón está desabrochado, claro, pero igual, igual es complicado. Y con cinturón afuera y todo sigue pareciendo un acto digno de un escapista que intenta liberarse de cadenas y camisas de fuerza. Sucede con las camperas, no con un buzo o un pulóver, que con las dos manos y un tirón rápido y preciso del cuello por la espalda, ya tenemos la cabeza afuera. Después cada mano saca la manga de su brazo opuesto y listo. Con las camperas no es tan fácil. Si intentamos la misma técnica lo más probable es que quedemos atrapados dentro de la prenda como un atribulado personaje cortazariano. Y lo que es peor, en una situación irreversible que nos lleve a acelerar, empujados por las bocinas impacientes, y terminar estampados contra un árbol o alguien estampado contra nosotros. Ya fuimos lo suficientemente tontos como para subirnos al auto con campera sabiendo que a las pocas cuadras no sólo empezamos a tener calor sino que nos damos cuenta de lo incomodo que es manejar adentro del abrigo. Ya lo hicimos, siempre lo hacemos y siempre queremos solucionarlo adentro del auto también, y cada cuadra suma más ansiedad y nervios y por lo tanto más temperatura y sensación de claustrofobia. Un semáforo en rojo, entonces, es una oportunidad inmejorable para escapar de la condenada campera. Pero no tenemos muchas chances para llegar a buen término en nuestra apurada empresa. Ahora bien, como decía, ya fuimos lo suficientemente tontos como para olvidar sacarnos el abrigo: no volvamos a demostrar cuan estúpidos podemos llegar a ser por nuestro apremio crónico. Por lo menos no el mismo día, con las mismas personas a nuestro alrededor. Para no perder tiempo, entonces, no vamos a comenzar a frenar el auto media cuadra antes de la esquina del semáforo, lo vamos a frenar en seco detrás del cruce peatonal o del auto que ya esté detenido delante de nosotros. Cada milésima de segundo ahorrada en estas circunstancias es valiosísima. Otra manera de buscar el momento justo para llevar a cabo la acción de liberación es aferrarse a la luz amarilla, no apurarse para pasar, sino esperar el rojo. Ahí vamos a tener todo el tiempo que nos da el semáforo, que es el tiempo máximo para concretar un escape eficaz. Entonces estamos listos para empezar: 1) quitamos el cinto de seguridad; 2) desprendemos la campera; 3) llevamos el torso hacia adelante y las manos hacia atrás 4) tomamos uno de los puños de cualquier manga con la mano opuesta (la mano más hábil es la primera que actúa, zurdos y diestros deberán tener en cuenta esto antes de cualquier intento) y tiramos hacia adelante; 5) ahora frente a nosotros, la mano liberada ayuda a la otra a salir de su manga y 6) finalmente arrojamos con fuerza la campera hacia el asiento de atrás, haya o no haya gente en esta parte del auto: debemos estar seguros, como conductores, de que la prenda no quede atravesada en los mandos del auto. Todo este procedimiento numerado debe hacerse con la misma naturalidad y fluidez de un saque de tenis, por lo cual se recomienda ver ESPN. La diferenciación y disposición de cada momento en nuestra acción responde a la exigencia de no intentar realizar dos o más etapas a la vez o en otro orden, porque esto puede desbaratar nuestro cometido irremediablemente. Pero cada paso debe ser cumplido sin detenerse nunca y por nada, hasta concluir por completo la tarea que nos hemos propuesto. Claro, también podemos estacionar el auto por un momento y quitarnos la campera con total tranquilidad, pero nunca vamos a hacer esto porque somos tontos, ya lo fuimos y lo seguiremos siendo. De ahí la importancia de estos consejos prácticos. Hasta la próxima.

jueves, 14 de agosto de 2008

OPORTUNISMO


Cínico, el serrucho se mostró listo para su empleo preferido ostentando una sonrisa afilada y brillante. Pero un oportunista quiso innovar y dejó al serrucho olvidado bajo el piso. Prefirió, en cambio, cortar el techo con una ridícula tijerita china y la víctima, Isidoro, empezó a caer hacia arriba y a hundirse en el cielo. Mientras, el oportunista se reía abrazando a la novia de Isidoro, que primero se sorprendió pero después largó una carcajada cómplice y le dio un beso en el cachete al oportunista. Isidoro no dejaba de caer, tan alto cayó que terminó abajo del suelo. El serrucho sonrió.
–Isidoro, el agujero de dos plazas te sale lo mismo que el individual­ –le dijo abriendo la boca como un tiburón.

viernes, 6 de junio de 2008

Algunas palabras para John


El martes de la semana pasada, antes de alegrarnos con la llegada de nuestros lomitos sobre la bandeja de la chica que nos atendió en Estación 27, nos alegramos con John. Se puede decir -Siter y Saltcitza estarán de acuerdo- que en realidad fuimos a comer a Estación 27 porque queríamos festejar. Veníamos de un teatro repleto y feliz, salimos al frío y entendimos que no podíamos hacer otra cosa que prolongar el swing que ya nos había contagiado, caminando hacia algún lugar, manteniendo el ritmo. Nunca me imaginé que una guitarra eléctrica podía sonar tan eléctrica y menos que esta revelación sucedería en un recital del jazz. Porque el impulso que activaba las manos de John Scofield era muy electrico, sus fraseos parecían descargas de energía que su cuerpo liberaba para poder seguir acumulando, recibiendo de esa fuente de rayos que ni el propio John podría haber explicado si nos hubiese acompañado a comer un lomito a Estación 27; hubiera venido, sin duda. Estuvo en Córdoba, tocando un rato para nosotros. No fue un espectáculo, no fue un show. Era él, detrás de su guitarra, acompañado por otros músicos, muy bien acompañado. Su trío, completado con el bajista Steve Swallow y el baterista Bill Stewart, arrancó como un motor y pronto nos dimos cuenta que era el motor de una maquina de volar. Y cuando esta entelequia tomaba envión y se disparaba por el aire aparecían los Scohorns, una cuerda de vientos integrada por Phil Grenadier (trompeta y flugelhorn), Eddie Salkin (saxo tenor y flauta) y Frank Vacin (saxo barítono y clarinete bajo), que deslizaban un piso armónico suave y elástico donde las melodías de Scofield aterrizaban en puntas de pie y flexionando las rodillas para tomar luego un nuevo impulso. Modesto, sutil, inteligente y lleno de energía fue el recital de John Scofield. Esa noche fue esa noche gracias al Lean y a la chica de Estación 27, que a pesar de tener que atender -aparentemente sin ayuda- a todo el público del Teatro del Libertador que se reencontró allí, los lomitos no tardaron en llegar.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Las murallas

Ahora nos separan esas murallas, Chela.
Los ríos congelados y turquesas,
las alamedas amarillas
y las montañas de hojas en los caminos.
Los picos andinos de
blanca obstinación,
esa enorme pared de piedra
que siento en mi espalda
mientras me voy yendo
con los que se alejan caminando.
Dura y azul.

Nos separan esas murallas,
los tiempos que nos apuraron
o nos hicieron esperar,
que nos encontraron a veces.
Los lugares que nos visitaron
en momentos dispares.
Nuestras soledades esquinadas,
frías.

Son las murallas que no podemos sortear, Chela
las murallas naturales, sin puertas,
sin ventanas ni escaleras.
Las murallas que estaban ya cuando llegamos,
que siempre nos separaron
sin hacerse notar.

Nos dejaron ser felices ¿cierto?
Eso pensamos mientras nos juntamos
de este lado de la muralla a saludarte,
a recordarte.

lunes, 28 de abril de 2008

Pude haber llorado


Por las venas de Liliana Herrero corre el Paraná todo.
Entre canción y canción, con una mano toma el vaso de vino
y con la otra despeina la selva misionera,
y sacude árboles y despierta pájaros.
Liliana Herrero es la diferencia entre una cantante y una intérprete,
entre una intérprete y una artista,
entre el arte y un nenúfar bailando solitario en la corriente.
Es el jadeo profundo de Chavela Vargas,
la imperturbable grandeza de Mercedes Sosa
y la generosa intemporalidad de Atahaulpa Yupanqui.
Ayer, domingo, Liliana Herrero presentó su último disco
en un Teatro del Libertador repleto de almas emocionadas.
Yo pude haber llorado, también reí.
Nos dice que aludiendo a un alto comando del ejército inventado en el momento, uno de sus músicos
pudo subir al avión que lo trajo a Córdoba sin documento, se ríe.
Dice estas cosas y también agradece al público, ella agradece.
Mi hermana dice: "esta re loca...me encanta".
Cantamos, marcamos el ritmo
de alguna chacarera,
aplaudimos, nos compramos el disco.
Liliana Herrero es un momento en nuestra vida
en que fuimos a al teatro y nos sentamos
a cifrar los recuerdos, las penas y los anhelos de la tierra.

miércoles, 27 de febrero de 2008

El Buen Pastor


Cuando se conoció el fallo, Luis Medina Allende fue acorralado por la prensa. Entre saludos de familiares, de pronto un hombre se acercó a los micrófonos y gritó: “Es un héroe de la patria”. Y abrazó a Medina. Era Luis Vanni, el titular de las Brigadas Vanni, del PJ. (La Voz del Interior- Viernes 8 de febrero de 2008)

Claves para no entender - o - Alegato a favor del sentido poco común:

  • Medina Allende había sido acusado por la autoría intelectual del homicidio del ex legislador radical Regino Maders, asesinado a balazos por la espalda el 6 de setiembre de 1991. El tribunal dijo que no existieron pruebas concretas ni tampoco hubo una “acumulación de indicios” categórica para condenar a Medina Allende. Desde un principio se pensó en la posibilidad de un “crimen político” pero desde el radicalismo se insistió en el “crimen por polleras”, desestimando nerviosamente cualquier otra razón. El partido y los colegas de Maders se lavaron las manos, pero ahora legislan, en Dean Funes al 92, en la sala del Palacio Legislativo de Córdoba que lleva su nombre: un gesto político para un crimen por polleras, claro.
  • Como Al Capone, que fue detenido por “evasión de impuestos” mientras todo el mundo sabía que coleccionaba crímenes, Medina Allende, en su momento, fue condenado a ocho años de prisión por haber cometido una “maniobra fraudulenta”: estafó a un empresario alemán vendiéndole un edificio, que era propiedad del estado, para que ponga un casino, cuando ni siquiera estaba permitido el funcionamiento de este negocio en el ejido urbano. Al descubrirse la jugada, Medina Allende estuvo prófugo, escondido en un departamento del centro de la ciudad, viendo por TV como lo buscaban.
  • Se lo investigó por enriquecimiento ilícito y también se lo relacionó con el tráfico de drogas en complicidad con el hijo del ex gobernador Angeloz. Se hizo de muchos amigos consiguiendo autos a precios sugestivamente bajos y su nombre resonó en muchas causas judiciales que lo vinculaban a negocios turbios. Su entorno está podrido de delitos, amenazas y muertes dudosas; y de una manera grotesca por lo evidente, literalmente se viene burlando, hace años, de la justicia de Córdoba (o la justicia se burla con él de todos nosotros)
  • Mientras se investigaba su vínculo con el asesinato de Maders, por tener más de 70 años, Medina Allende gozaba de prisión domiciliaria en su casa de Tanti, pero como abandonó sin autorización la casa, el beneficio le fue revocado. Antes de esto, se paseaba por la zona a la vista de todos los vecinos del lugar. En páginas de internet que promocionan las sierras cordobesas, la casa de Medina Allende figura como parte de los circuitos turísticos.
  • En la foto que ilustra este texto, propio de la descripción de un “villano” de Ciudad Gótica (no sólo por lo brutal de su biografía criminal sino por la sucia red de corrupción que revela, entre la policía, la justicia y el poder político), se ve a Medina Allende, en su faceta más cínica, festejando su absolución en el Paseo del Buen Pastor: este predio que intentó vender fraudulentamente y que finalmente lo llevó a la carcel durante el gobierno de su amigo de la infancia, el ex gobernador Eduardo Cesar Angeloz, cuyo sueño de convertir el mismo predio en un centro comercial -al igual que hizo con la Escuela Gobernador Olmos- pudo llevar a cabo recién antes de terminar el madato y como trofeo de guerra, su sucesor y eterno enemigo funcional José Mahuel De la Sota.
  • Antes de su paseo triunfal, alguien abrazó a Medina Allende y le regaló un cumplido, que es el perfecto final para este capítulo de la insoportable comedia del poder y la justicia cordobesas: “Héroe de la patria”. El que lo gritó fue Luis Vanni, titular de las “Brigadas Vanni”, una organización del PJ, parodia de Montoneros, culpables sólo de los atentados al hígado que se auto-imparten cada domingo al medio día. El peronismo también saluda a Medina Allende, el buen pastor.